jueves, 21 de agosto de 2008

Un recuerdo pasajero

La primera vez que lo vi lo noté tan distante, tan lejano que pensé en conquistarlo sólo para probarme que podía hacerlo. Quizás físicamente no me había sentido atraída, pero su actitud me había intrigado lo suficiente como para detenerme en sus movimientos.
Me había tratado con tanta indiferencia. Le había importado tan poco que yo estuviera ahí y que fuera una total desconocida, que parte de mi se sintió desafiada.
Con el tiempo las cosas cambiaron, sin querer empezamos a conocernos. Dejé de lado mis planes de conquista. Era, en realidad, una persona totalmente distinta a lo que yo había imaginado: atento, no tan observador y de un humor muy particular, muy suyo.
Nos llevábamos muy bien, nos entendíamos fácilmente, cosa que uno no siempre logra con cualquiera. Podíamos vernos ocho veces en una semana, así y todo seguíamos teniendo temas de conversación. Cuando él aprendía algo nuevo me lo enseñaba, y cuando yo lo hacía se lo enseñaba a él.
Estábamos contentos de conocernos.
Nos queríamos mucho. Me valoraba y yo lo valoraba a él.
No éramos más que dos personas que habían encontrado con quien compartir sus realidades y eso, en ese entonces, nos bastaba.

No hay comentarios: